martes, 3 de agosto de 2010

6 de Julio: El Ribereño, San Isidro


Antes de empezar quiero dejarles una aclaración. Si notan cierta subjetividad, exageración o decoración en el relato, les pido que la dejen pasar ya que fui el elector del mes, y bueno, ya saben, un poco de esto se trata, de ponerle color a la cosa...

El Ribereño queda en la localidad de San Isidro. Bueno, exactamente no se bien qué localidad, pero seguro es dentro del partido de San Isidro. Es que para los que no entendemos ni vivimos ahí, diría que desde la quinta de Olivos hasta el Reconquista, todo es San Isidro. Lo que pasó fue que cuando Juan de Garay funda por primera vez la ciudad de Buenos Aires, allá por el 1580, no tiene mejor idea que repartir las tierras de la ribera norte entre los que lo ayudaron en la colonización. Dividió toda la costa desde la Plaza San Martin hasta San Fernando en 65 chacras en forma de rectángulo, de entre 250 y 430 metros de frente por más de 5 km de fondo. Hoy en día el partido encierra 17 de esas chacras originales, desde la 47 a la 63. Podría enumerar los dueños de cada una de ellas pero sería extenderme sin sentido, sólo voy a limitarme a decir que hemos estado sentados sobre lo que una vez fue la propiedad de Ana Díaz o Domingo de Arcamendia (pareciera que justo el límite de ambas chacras pasara justo sobre la calle Chile). Volviendo, fue recién un siglo después que llegó a estos pagos don Domingo de Acassuso, proveniente de España, para construír la capilla dedicada a San Isidro Labrador, alrededor de la cual se fue formando un pequeño pueblo de labriegos, pescadores y comerciantes. El Partido tiene su protagonismo luego en la reconquista del virreinato sobre los invasores ingleses, pero dejemos la clase de historia para otro momento.

Martes 6 de Julio a las 20.30 hs, Chile 193, San Isidro.
Miguel Casabal, quien les escribe, el anfitrión y su modesta pero valiosa convocatoria que incluyó a Ricardo Galarce, Marcos Ruete y Pedro Merlini.

El lugar es un antiguo club de barrio, donde se jugaba principalmente a las bochas. De hecho, el mito dice que las mesas están ubicadas hoy donde antiguamente estaban las canchas (aunque uno no perciba ningún indicio de ello). Por supuesto quienes lo atienden son sus dueños, y mucho se habla del inteligente y ácido humor de Charly. No se si habrá sido un mal día o el hecho de que mis invitados llegaran 45 minutos después de la hora estipulada, pero creo que sufrimos más lo ácido que disfrutamos lo inteligente.

La sobria entrada de la calle Chile da al primer patio donde se encuentran algunas mesas, a través del cual se llega al salón principal, vigilado desde su izquierda por un mostrador al mejor estilo almacén de antaño. Detrás, el comandante de la batuta dirige con recelo las no demasiadas personas dedicadas a la atención de las mesas.

El simpático individual-menú nos invitaba lo clásico: escasas entradas, minutas, pastas varias, algunas carnes y los postres de siempre. Hasta ahí todo, digamos, normal. Sin embargo la casa tenía mucho más para ofrecer. No puedo explicarles el esfuerzo que hice en retener al menos uno de los nosecuántos platos que enumeró Charly en una demostración intensa de su poder de memoria y velocidad de recitación, pero creo que no lo logré. Al final, como siempre, seguro terminaríamos pidiendo la recomendación de la casa, por lo tanto sería inútil o innecesario abarrotar mi escasa memoria con esos datos, pero me hubiera gustado al menos recordar algunos como para comentarles sobre la variedad de platos que ofrece este lugar.

En fin. Empezamos por la ya clásicas rabas, a mi entender las mejores que he probado a través de este circuito de bodegones. En la previa ya se hablaba de este manjar, recomendación común entre los internautas que alguna vez habían pasado por aquí. Al principio habíamos pedido dos porciones, pero nuestro amigo Charly, haciendo uso de su imperativa y decidida actitud, nos negó una, aludiendo que sería demasiado por la cantidad de platos que habíamos ordenado. Nuestras cabezas asintieron resignadas, como tratando de justificarse con las barrigas quejosas. Finalmente, concluiríamos que había tenido razón. Peor para su economía... Pasemos al plato principal.

La orden: una pasta, un pescado, dos carnes. Nos faltó el pollo.
Primeros vinieron los ravioles de verdura con salsa de champignones y albóndigas, que estaban bastante buenos.
En segundo lugar vino tal vez el pescado más sabroso que hemos probado en nuestro periplo, una brótola con salsa de roquefort y papas a la crema. Exquisita.
Luego llegó una bondiola de cerdo también con salsa de champignones y papas fritas que realmente se deshacía en la boca. Las papas fritas no fueron un lujo.
Y finalmente, otra de los platos más famosos y reconocidos del lugar, hizo su entrada, magnánimo, el osobuco con capelettis de carne. Por suerte ya habíamos terminado los demás platos, y la moza, precavida, levantó las bandejas vacías porque la fuente casi ocupaba toda la mesa. Algunos sostienen que la comida entra primero por los ojos, otros por la nariz. Algunos simplemente se dejan transportar a través de las sensaciones que genera el gusto, los sabores, los ingredientes pasando por el paladar. Si el lector se considera dentro del primer grupo, diré que tal vez nunca llegue a probar este plato (error que casi comete uno de nuestros compañeros, hasta que pudimos persuadirlo). Un enorme pedazo de hueso con agujero (de ahí su nombre) del que se extrae la más exquisita y tierna carne, hace honor a los que dicen que la carne más sabrosa es la que se encuentra más próxima al hueso. Este tradicional plato italiano suele servirse con risotto. Los capelettis, en este caso, no le aportan demasiado pero tampoco estaban mal.
Hasta ahora, bueno y abundante. Después de un breve descanso llega la hora del postre.

Como alguno de los comensales tuvo un ataque de conciencia y decidió bajarse del menú completo, pedimos tres porciones.
El flan mixto (o misssto, como bien me recalca mi apuntalador) es directamente el elixir de los dioses.
Bombón suizo, para ponerle un poco de frio a tanta gula, rematado con un excedente de dulce de leche, como quien agranda el combo en el famoso local.
Y finalmente, como para aligerar un poco la carga, una mousse de chocolate con crema y... y... DULCE DE LECHE!!!
Lo interesante de esto es que uno de los temas centrales de la charla durante la comida fue el exceso de colesterol. No nos quedó muy claro qué tipo de comida mejoraba o empeoraba la situación, pero digamos que mucho no nos importó, y por suerte somos personas sanas... A este ritmo, no se por cuánto más. Mientras tanto, seguiremos disfrutando.

El vino que acompaño y ayudó a digerir todo cuanto se puso en la mesa fue Trapiche Malbec (3 tubos), otra de las unilaterales decisiones de nuestro querido anfitrión Charly. Igualmente se dejó tomar. Siempre se anotan un par de sifones de soda (incluso alguno cometió el sacrilegio de rebajar el vino, pero bueno...). Un dato no menor: un vaso únicamente, que se turnaba entre la vid y el mineral...

La atención de la simpática moza fue muy amable y ágil, y estuvo atinada al momento de las recomendaciones.
Lo de Charly quedó demostrado a lo largo de cada párrafo de este relato. Todo un personaje.

Coincidimos todos en que nos gustaría ver en la decoración objetos más típicos de fonda. Las paredes están blancas, sin recuerdos, sin nostalgia, sin mostrarnos que tiempos eran los de antes... Estoy seguro que bajo este techo han pasado centenares de grupos como el nuestro, personajes de todo tipo, algunos famosos, otros no tanto. Pero ni siquiera algunas fotos nos acercan a los tantos años de historias y vivencias. Este tal vez es el punto más flaco de este gran bodegón.

Y así nos retiramos, con el paso un poco más lento, con ese sabor del buen comer, con el regocijo de haber disfrutado mucho la compañía detrás de los cubiertos y las copas de vino, con la ansiedad de saber que nos espera todavía un mes para volver a repetir esta gratísima reunión de amigos. El tour de bodegones es, sin más, la agradable excusa.

Hasta el mes que viene.
Salud!

Pd. No me quiero olvidar de agradecerle a M haberme llevado a conocer este lugar...

Calificación (mínimo 1, máximo 5)
Cocina: 4
Ambiente: 3
Atención: 3
Relación Precio/Calidad: 5

NOTA: Se aclara que en el caso del ambiente, el máximo puntaje se le asigna al lugar que más se acerca al típico bodegón de barrio

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