miércoles, 2 de junio de 2010

30 de Marzo: Pinuccio e Figli, Balvanera




Debo admitir que Pinuccio e Figli me ha desconcertado enormemente, y ha dejado en mi mente un cosmos de sentimientos y sinsabores. Pero también debo admitir que la tarea de nuestro comensal elector, Marcos Ruete, ha cumplido con todos los requisitos que se le exigen.
Los asistentes: Francisco Dávalos, Pedro Merlini, Nicolás Alvarez, Ricardo Galarce, Miguel Casabal.


Ubicado en el corazón del barrio porteño de Balvanera, esta clásica trattoria italiana asoma nostálgica su carácter de bodegón de barrio. Nostálgica porque disipa cruelmente sus encantos disfrazándose al mejor estilo Palermo Hollywood con el superficial maquillaje turístico. He notado en sus amos un intento de combatir la decadencia, perdiendo así su escencia, que vaga surje entre colores extraños y adornos foráneos, alienándose de su más profundo folklore.


La entrada, variada y basta, no sorprende salvo por los langostinos y el toque de color del juego de la balanza.
El risotto sabía a caldo en cubos. Los raviolonis capresse, muy frescos y apetitosos. Pero definitivamente lo mejor de la pasta fueron los ravioles quattro fromaggio, sacando a relucir lo mejor de la cuccina itálica.

Para el postre, excesivamente abundantes, lo mejor fueron los panqueques Pinuccio. No puedo dejar de mencionar lo poco apetecible que resultaba el Tiramisú, pero el premio a lo peor de la noche por amplia diferencia fue la torta de la casa que un engañado Galarce tuvo la osadía de paladear.

El vino, Postales del Mundo, excelente, barato y excesivo, bebida ideal para conjugar con la pasta.

Una mención especial para el pan de pizza, simple y efectivo.

Respecto del ambiente, es en este aspecto donde el ristorante muestar sus peores yerros. Este paladar no requiere una fina decoración ni grandes lujos para regodearse de los placeres culinarios, pero lo que desconcierta es la falta de consistencia: colores ibéricos, cartas y carteles en inglés, un restaurante italiano en medio de un puro barrio porteño. La mente no logra trasladarse a los origenes, a la historia, a las manos que por primera vez amasaron la harina para deleitar a sus comensales. El aire acondicionado, aunque presente, sin fuerza no alcanza a cubrir las necesidades que genera una pasta caliente.

En cuanto al precio, le agradecemos al exitoso diario nacional su convenio puesto que de no mediar el abultado descuento pasaría a la categoría de muy caro. Después de todo, aunque buena, uno está comiendo pasta, que supone siempre un plato más económico que otros como el pescado. Otro punto en contra es la falta de medios de pago electrónico y con diferimento, principalmente. Hay que darle un poco de crédito, sin embargo, a la cantidad de vinos que fueron ingeridos.

Uno de los aspectos que queda por mencionar fue la atención del mozo. Amable, siempre atento, ganó nuestra confianza hasta engañarnos al recomendar la torta más seca que he tenido la oportunidad de observar. Al partir, el honesto trabajador entregó las disculpas por el mal tino y recuperó nuestra simpatía.

Alguno de los señores que haya estacionado en el estacionamiento reservado para la casa debería ayudarme en criticar el servicio, puesto que por ignorancia, me tocó aparcar en la calle, y debo decir que me fui disconforme con este hecho.

Para finalizar, la compañía no pudo haber sido mejor, puesto que al grupo ya consolidado pudimos agregarle la gratísima presencia de nuestro muy querido amigo Matías Dumont. Brilló por su ausencia el comensal Gerlero.

Pues bien, estimados, me despido con el más sincero deseo de felicidad. Les dejo un cordial saludo, y será hasta el próximo encuentro.


El Relator.


Calificación (mínimo 1, máximo 5)
Cocina: 3
Ambiente: 2
Atención: 4
Relación Precio/Calidad: 3

NOTA: Se aclara que en el caso del ambiente, el máximo puntaje se le asigna al lugar que más se acerca al típico bodegón de barrio.

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